Vivimos en una época marcada por la hiperproductividad, donde cada minuto parece destinado a rendir, cumplir y avanzar. En este contexto, detenerse para mirar alrededor, reconocer las necesidades de otros y tender una mano, puede convertirse en un acto profundamente contracultural. El voluntariado, más que una acción solidaria, es una forma de resistencia frente a un sistema que muchas veces nos empuja a mirar solo hacia adentro o hacia adelante, pero no hacia los costados.
Las exigencias en ser productivos, las responsabilidades del hogar y las demandas cotidianas dejan poco espacio para pensar en el otro. Muchas personas sienten el deseo de ayudar, pero no encuentran cómo ni cuándo hacerlo. Esta tensión entre el deseo de contribuir y la realidad del día a día es uno de los grandes obstáculos que enfrentan quienes quieren participar activamente en sus comunidades.
A esto se suma la influencia del entorno: vivimos en sociedades donde el éxito personal suele medirse por logros individuales, no por la capacidad de generar impacto colectivo. En ese marco, el voluntariado puede parecer, a veces, un esfuerzo invisible o no suficientemente valorado. Sin embargo, su impacto es profundo. Quienes se involucran, aunque sea desde pequeños gestos, encuentran un propósito que trasciende lo inmediato y que los conecta con algo mayor.
También existen barreras emocionales: el miedo a no saber cómo ayudar, la incertidumbre de si lo que hacemos realmente genera valor, o la falta de referentes que nos ayuden a acabar ese paradigma.
En Record Electric buscamos promover una cultura de empatía y compromiso social, ya sea a través de nuestro programa de voluntariado corporativo “Energía para Crecer”, o bien inspirándonos en colaboradores que llevan en su ADN el espíritu solidario. A continuación, compartimos testimonios de compañeros voluntarios que han logrado equilibrar sus responsabilidades cotidianas con su deseo genuino de aportar a la comunidad

Guillermo Rugilo – Colaborador- Bombero Voluntario: “Intento organizar mis actividades personales y laborales, sin que eso perjudique a lo que sería el voluntariado, primeramente. En lo posible en mis días libres intento descansar o hacer actividades de recreación para recargar energías y algo muy fundamental por todo el esfuerzo tanto físico como mental que realizó dentro de los bomberos, cuido mucho de mi salud.”

Andres Mereles – Colaborador – Voluntario miembro de T144: “Formo parte del grupo de voluntariado T114, y una de las formas que encontré para equilibrar mi vida laboral con estas acciones es incluir a mi familia en las actividades. Así, además de pasar tiempo juntos, compartimos un propósito común: ayudar. Con el grupo solemos organizar comilonas solidarias para comunidades, entre otras iniciativas, y cada experiencia nos ayuda a pisar la realidad. Nos hace ver que muchas veces nos ahogamos en un vaso de agua con nuestros problemas, cuando allá afuera hay necesidades mucho más urgentes que nos invitan a ser más empáticos y agradecidos.”

El voluntariado no exige grandes gestos ni tiempos perfectos, sino una voluntad honesta de estar presentes donde se nos necesita. Enfrentar sus desafíos implica también replantear nuestras prioridades, abrir espacios de escucha y permitirnos ser parte de algo más grande que nosotros mismos.