A lo largo de nuestra trayectoria, hemos asumido firmemente el rol de promotores de una educación de calidad, integrándola como un eje fundamental de nuestra responsabilidad social. Nuestras múltiples iniciativas en favor del desarrollo educativo nos han demostrado los valiosos frutos de estas acciones. Por eso, reafirmamos esta convicción y seguimos apostando por alianzas que inspiran, como la que hoy nos une al Colegio Johannes Gutenberg de Estanzuela.
A continuación, te invitamos a reflexionar junto al profesor Gabrio, quien nos recuerda que educar no es llenar un recipiente, sino encender una lámpara.
Hay frases que te hacen frenar. Esta me frenó a mí: “El cerebro no es un vaso que se tiene que llenar, es una lámpara por encender.”
La escuché en un WebinarPRO con Emilio Torres (Director Pedagógico de Progrentis para América y Europa) sobre neuroeducación y neuromitos. Y desde entonces, no deja de darme vueltas.
Porque sí, durante mucho tiempo —y sin mala intención— nos formaron así y capaz seguimos formando de esa manera: como si enseñar fuera llenar un vaso vacío. Como si, mientras más datos metemos en la cabeza de alguien, mejor estamos haciendo nuestro trabajo como docentes. Pero, déjame decirte, querido lector: no funciona así.
Soy el profesor Gabrio y llevo años vinculado al mundo escolar. Comencé como estudiante, con catorce años de recorrido en el colegio —un detalle no menor y quizás obvio, pero que considero importante mencionar, ya que desde entonces no me he distanciado del ámbito educativo. Luego, cinco años como estudiante universitario.

He visitado escuelas y centros educativos en distintos países, contextos y, por ende, distintas culturas: desde una remota selva en Tanzania hasta barrios marginales de Bolivia y El Salvador; en aulas de Alemania, España, Brasil, Argentina y, por supuesto, en mi país, Paraguay —tanto en la ciudad como en el campo, a 500 km de la capital, en medio del bosque chaqueño—. Aparte de eso, tuve el privilegio de trabajar en diferentes organizaciones sin fines de lucro que operan como ONG, acompañando a familias y, especialmente, a niños en situaciones de vulnerabilidad: tuve la posibilidad de trabajar en comunidades marginadas en Grecia, campos de refugiados en Egipto y hogares de niños en Colombia y Guatemala. También he trabajado con estudiantes en contextos muy diversos: algunos provenientes de ambientes pudientes y otros sin muchos recursos, lo que me ha permitido comprender aún más profundamente la importancia de la temática mencionada.
Y si algo he aprendido en todo ese camino es esto: nadie aprende realmente cuando solo recibe información. Aprendemos cuando algo se mueve por dentro. Cuando nos hacen una pregunta que no sabíamos que necesitábamos. Cuando alguien cree en nosotros más de lo que creemos nosotros mismos. Aprendemos cuando alguien enciende esa lámpara que todos llevamos adentro.

¿O acaso no es así? Querido lector, esto va más allá de ser docente. Si eres mamá, papá, compañero de trabajo, amigo, director o líder… estás educando.
Teniendo esta ponencia como base, te propongo un desafío: ¿Cómo estás inspirando a quienes te escuchan?
Porque sí, enseñar también es inspirar. No importa si tienes un pizarrón, una oficina o una mesa compartida. Todos tenemos la posibilidad de encender algo en otros. Y no hace falta dar grandes discursos. A veces, basta con mirar a alguien y decirle: “Tú puedes.”
Porque cuando una lámpara se enciende, mucho puede cambiar.
